domingo, 9 de octubre de 2016

PERVERSIÓN vs TRADICIÓN


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¿Son comparables las ofensas a las Tradiciones con la Perversión?

Definamos Perversión: Del verbo Pervertir, viciar con malas doctrinas o ejemplos las costumbres, la fe, el gusto,... O perturbar el orden o estado de las cosas (DRAE). Es decir: la Perversión es una desviación o anomalía en el comportamiento de una PERSONA, o sociedad/civilización; a la cual se le pretende dar, por motivos claramente espurios, carta de normalidad y, por lo tanto, de una pretendida oficialidad y/o universalidad. En una sociedad/civilización claramente hedonista,  egocéntrica, narcisista, amoral; de lo "políticamente correcto", como es la nuestra, todos estos comportamientos y extravíos son lo "saludable" y son signos, postuladamente considerados, de la aberrante modernidad.

¿Qué dice el DRAE acerca del término Tradición?: De una forma sintética, más o menos, nos viene a indicar una transmisión (oral o escrita), una entrega (de textos antiguos, con pátina de Autoridad), de doctrinas heredadas (de padres a hijos), de reglas de comportamiento (Ético y Moral), de ancestrales músicas, de mitos y leyendas, de memorables gestas, etc. En resumen: de una Cultura Colectiva, de unas Bases, de unos Principios, de unos Rasgos Comunes; de una Memoria Compartida, que nos aseguran un sentido de Comunidad, de Pueblo, de PERSONAS,... De un Todo Eterno e Inmutable (dentro de una saludable Renovación); para así fortalecerse y jamás perecer. En definitiva: Ser mejores PERSONAS, cada día poco a poco, y nada más.

¿Después de estas dos ilustraciones (PERVERSIÓN vs TRADICIÓN), claramente diferenciadas y manifiestamente antitéticas, se las puede seguir poniendo en el mismo saco de la liviandad? El manifiesto relativismo de la llamada progresía, en que las verdades ya no son universales; pudiéndolas interpretar al acomodo de cada uno y/o en función de intereses políticos/sociales del momento, nos sitúan, claramente, fuera del Cosmos (del Orden, de la Armonía) abocándonos, trágicamente, a una certificada inmundicia y una asegurada combustión. Lenta (o precipitada), eso sí, pero plena.

No existe la censura, sino censores. Nuestra degenerada sociedad/civilización es censora porque una inmensa, e intransigente, parte de la ciudadanía son interventora y castradora de voluntades, de individualidades y de artistas librepensantes del lenguaje. Se tiene la "piel muy fina"; nos indignamos con extremada diligencia. Nos creemos, todos, agraciados; todos, maravillosos; todos, perfectos...

Malvivimos, postrados, en el mundo de los eufemismos, de los rodeos, de las circunvoluciones. No se pueden decir las cosas por su nombre. ¿Dónde la Libertad de pensamiento; donde la Libertad del verbo?

No deberíamos estar, permanentemente, reivindicándonos, reafirmándonos, justificándonos... Cansa y es debilitante. Las cosas, y hechos, se tienen que decir por su nombre: el negro es negro porque su piel es negra, y el blanco es blanco porque su piel así lo atestigua. Y podemos asegurar que la expresión no tiene nada de racista. Es puramente descriptiva y confirmadora de la Realidad

Llevamos años soportando una total deformación de nuestro esperpéntico quehacer vivencial. No somos lo que deberíamos de ser. Somos monstruos; somos exterminadores de nuestro propio Camino. Sin remedio; sin Paz. Sin Gloria y sin Luz. No merecemos el agua que bebemos y los alimentos que ingerimos. Deberíamos vomitarlos y, por supuesto, acto seguido morirnos; para así, desde nuestra más abyecta putrefacción, transformarnos en el más preciado estiércol; compensando el mal infinito que hemos ocasionado a la Naturaleza. Toda ella, Una.

Estoy hastiado del entorno, cansado de esta inhumanidad. Todo es falso; todo es efímero; todo es mezquindad; todo es hipocresía; todo es lóbrego. Ya no hay aversión, sino impotencia, cansancio. No me siento de este mundo, que es un total sinsentido. Nos hemos convertido en un único e inmenso agujero negro que todo lo atrapa; incluso la luz. Somos prisioneros y somos nuestros propios carceleros. Somos las víctimas y nuestros propios verdugos. Por todo ello, por simple higiene, deberíamos desaparecer, evaporarnos; sumergirnos en el averno y nunca más resurgir. Desaparecer; no morir. Desaparecer en el sereno espasmo de la infinitud.

Desde un ínfimo, efímero y extenuado destello de Luz...


Santiago Peña


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