domingo, 10 de abril de 2016

ACERCA DEL RUIDO



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¿Qué entendemos por Ruido?


El término Ruido tiene una imponente variedad de definiciones, ya sea desde la física acústica, que sería (de facto) la natural, pasando por disciplinas tan distintas como la política, la justicia, la sociología, las telecomunicaciones, la medicina, sistemas multimedia, periodismo, etc.

Citemos algunas de ellas,

· Con una primera interpretación estrictamente acústica: sonido inconsecuente (inarmónico), por lo general no grato al oído.

· Desde el campo del orden público o judicial: bullicio, desavenencia, querella, altercado o polémica.

· Pasando por el ámbito de las relaciones sociales: decir las cosas de una forma grandilocuente y que no tienen la importancia que se les pretende dar.

· Llegando a la semiótica: entorpecimiento, u obstrucción, en el que se ven alterados los procesos de comunicación.

· Nuevamente, desde la fisiología acústica: sonido de bajo nivel, ordinariamente estable y persistente, que se haya presente en una determinada zona de la gama auditiva y que puede llegar a ser molesto.

· Y destacando, finalmente, en el área de las telecomunicaciones (tanto en audio frecuencia, como en alta frecuencia): señal perturbadora en un circuito eléctrico/electrónico producida por sus componentes, especialmente resistencias.

En definitiva, hay una expresión coloquial que lo resume perfectamente: “mucho ruido y pocas nueces” (se le atribuye al insigne dramaturgo inglés William Shakespeare, al ser el título de una obra teatral, en forma de comedia romántica, escrita, por él, en 1598); la cual nos viene a señalar que algo figuradamente significativo posee un escaso fondo o es marcadamente intrascendente.


El Ruido como el gran adversario del pensamiento reflexivo


La profusión de Información no filtrada, no contrastada y, por tanto, no depurada, conlleva a una saturación en el medio. Es decir: se traduce en Ruido. Internet es un palmario ejemplo de información basura. -Se calcula que más de un 90% de contenido que transita por la red, es de escaso valor; por no decir nulo-. No todas las noticias que se mueven en las webs son fiables y/o verdaderas. Existe, en exceso, información redundante; concurren noticias manipuladas; se genera información interesada para unos y perjudicial para otros; hay noticias veraces que se ocultan y, en cambio, se divulgan, y potencian, muchísimas otras manifiestamente falsas.

La información obtenida directamente de la fuente original es una quimera por razones tan obvias como son los límites temporales y espaciales y, por consiguiente, nos vemos en la necesidad de tener que recurrir a todo tipo de medios de comunicación disponibles a nuestro alcance, como son las agencias de información, estaciones de radio, cadenas televisivas y/o prensa. -Hay que hacer la salvedad que los soportes pueden ser los tradicionales (en cada uno de los medios) o mediante Internet. Los resultados deberían ser los mismos, con el matiz de la práctica inmediatez de la noticia, a través de redes sociales como, por ejemplo, Facebook, Twitter u otros (agencias de información virtual o diarios digitales)-.

El haber "democratizado" (aparentemente) la información a través de Internet podría ser una trampa. Se da la paradoja de tener la sensación de que hayamos conquistado parcelas de libertad,  al margen de las agencias de información hegemónicas, al haber conseguido el poder nutrirnos por canales de información "alternativos". Aparentemente es cierto pero la realidad nos dice que la información que corre por la misma no es tan independiente y libre como parece. "La información es poder". ¡Así fue, así es y así será! ¿Qué queremos decir con esta clarificadora (y descorazonadora) sentencia? Que el sistema, siempre que pueda, no va a dejar escapar el control de los medios de comunicación. El sistema se autoreconfigura para poder perpetuarse.

Por lo que: tener la capacidad (y el sano esfuerzo) de discriminar (comparar, filtrar y/o eliminar) subproductos de información requiere de disciplina, tiempo y un deseable preconocimiento del "producto" con el que nos topemos para no errar ruborizadamente en el empeño. El sentido común y un mínimo de formación de la materia (informativa) es vital para no tener que empezar a sospechar que la información obtenida, a través de todos los medios posibles, sea, realmente, auténtica o que, la misma, sea, lamentablemente, un bluff informativo.

En definitiva, los soportes han cambiado a positivo: mayor cantidad de información, multiplicidad de fuentes (intermediarios) y, sobre todo, la cuasi total inmediatez.  Pero... ¿Y la calidad de esa información? ¿Y la veracidad de la misma? ¿Ha sido contrastada? ¿Es de fiar? ¿Quién está detrás de esa noticia? ¿A quién beneficia; a quien perjudica?

Por todo ello... el Ruido mediático es el gran disidente de la Verdad.

Los cabos de un barco son los extremos que deberemos de atar. De esta manera, disponiendo de los diferentes focos de información, podremos comparar. Tendremos los "mimbres" necesarios para poder contrastar, valorar y, al final, discriminar. Toda supuesta noticia tiene una parte de mentira y una porción de Verdad. Si esa misma noticia viene abalada por diferentes, y contrapuestos, focos de información démosle un plus de credibilidad. En caso contrario desechémosla o, en el mejor de los casos, otorguémosle (bienintencionadamente) un 50% de Veracidad.


¿Vivir en una Sociedad sin Ruido?


Ante la ausencia de Ruido no se produce silencio, sino la Paz con uno mismo. Nos hallamos ante la Verdad. Se desvanece el ego y, acto seguido, desaparecemos en el Cosmos. En determinados momentos de nuestra atropellada existencia, es necesario el silencio para poder dialogar con el Alma; para poder platicar con nosotros mismos; para poder interrogarnos y, por encima de todas las cosas, para poder rencontrarnos. Refundirnos para poder volver a ser. Ser lo que nunca deberíamos de deja de ser. Ser nosotros mismos.

No obstante, el Ruido es parte inherente de la PERSONA. Existe el Ruido porque somos generadores de Ruido. En nuestros múltiples movimientos: en la respiración; en la corriente sanguínea; en nuestro diario caminar. En la quietud; en la ausencia de Vida se haya el silencio; se haya la Paz.

Por lo tanto: si queremos seguir sintiéndonos vivos deberemos "crear" Ruido. Ruido Vital. Ruido de Vida. Ruido armónico; Ruido domeñado; Ruido acorde con nuestro quehacer existencial. Deberemos replegarnos, deconstruirnos para poder reconstruirnos. En la expansión se haya la debilidad y en el recogimiento la Vitalidad. En el propio, y perpetuo, movimiento cíclico de expansión y contracción estará presente el Ruido. Siempre que haya movimiento nos acompañará, ineludiblemente, el Ruido... ¡Eterno, como Eterna es la Verdad!


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Ruido (nuestro Ruido),
Sometido, nuestro fiel compañero de viaje, será,
Rendido hacia una nueva melodía,
Manso hacia una renovada Realidad.

Ruido armónico; Ruido hermano,
Mecido por los movimientos del Alma.
Ruido henchido de Paz.
Nuestra auténtica Música; nuestra Verdadera Faz.   


Santiago Peña


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domingo, 3 de abril de 2016

ECO Y NARCISO NO SON UN MITO


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Introducción


El Narcisismo (egolatría o vanidad) se refiere al mito de Narciso, amor desmedido a la efigie de sí mismo. El Narcisismo es el afecto excesivo que dirige el sujeto sobre sí mismo tomado como objeto. Es decir: PERSONA que cuida en demasía de su aspecto particular, o se precia de seductor; como prendado de sí mismo (DRAE).

Sí más bien se puede atribuir a un orden de atributos conformes a una personalidad corriente, el Narcisismo también puede revelarse como un perfil patológico en grado extremo en cualesquiera desarreglos de la naturaleza de la PERSONA, siendo conocido como Trastorno Narcisista de la Personalidad, en el que, el paciente, sobrestima sus destrezas, exteriorizando ostensiblemente una gran necesidad de ser admirado, y confirmado, permanentemente.

Estos desarreglos pueden mostrarse en un estado tal, que se perciba inexorablemente alterada la destreza de la PERSONA para mantener una trayectoria vital apta, o armónica, al presentarse dichos atributos en forma de un inmenso egocentrismo y un claro menosprecio hacia las necesidades y sentimientos de los que le rodean. La psicología más docta razona que el Narcisismo patológico concuerda con una real escasa autoestima o, en el mejor de los casos, desacertada.

Hay que hacer una consideración previa acerca del llamado Narcisismo patológico: desde los primeros estadios de la infancia, pasando por una sana adolescencia, hasta su total conformación como PERSONA, unos leves rasgos Narcisistas son más que equilibrantes para una mejor percepción de uno mismo respecto al resto de sus semejantes.


Antecedentes mitológicos


La ninfa Eco era una oréade (ninfa de la montaña) que, con su extraordinaria voz, enamoró a Zeus. Hera, esposa del padre de todos los dioses, celosa de la bella ninfa; sospechando que había sido poseída por el fogoso e infiel dios, la castigó, de por vida, a repetir la última palabra de la PERSONA con la que tuviera plática. La desventurada, apartándose de sus congéneres, se refugió en la profunda arboleda.

El pastor Narciso era hijo de la ninfa Liríope. La madre preocupada por el futuro de su amado hijo, consulta al adivino Tiresias. El mensaje del vidente es claro: "llegará a la senectud mientras que jamás se conozca a sí mismo".

El encuentro: La hermosura del mancebo es notoria en todo la comarca, pues todas las ninfas del término enamoradas de él están. Un día, en la espesura del bosque, Narciso se despista embriagado por la belleza del lugar. Descansando, Eco lo sigue en prudente distancia. La desdichada no puede dirigirle palabras de amor gracias a la consabida maldición... solo, del interlocutor, su última palabra. Al oír pasos, sobresaltado Narciso, pregunta... ¿quién está ahí?... ¡Ahí!, respondiendo Eco. En un arranque de pasión la ninfa abrazarlo intentó pero, el vanidoso efebo, la apartó; expresándole de forma grosera su malestar. La pobre Eco, con el corazón destrozado, se retiró hasta el final de la humanidad, en una lóbrega cueva, quedando el eco de su tenue voz como el único remero de su marchita, y extinta, presencia.

Némesis, diosa de la justicia equitativa (y la que abate a los altaneros), sabedora del vilipendio del petulante mancebo, atiende (rauda y veloz) a los rezos de la humillada y agonizante ninfa, mediante una contundente y justiciera maldición: "Narciso se enamorará de su propio reflejo".

La ingrata, e irreversible, condena a loar sumisamente y repetidamente la supuesta belleza (o magnificencia) de otro, hasta el hastío: Eco. Una bella flor ostenta el desgraciado honor de llevar el nombre del ser más cruel, soberbio e inmaduro de la Tierra: Narciso. Esta hermosa flor, con un olor penetrante y arrebatador, surgió de las mismas aguas donde se ahogó el incapaz y miserable rabadán. 


El (no) mito en nuestros tiempos


La sociedad de hoy en día se reparte entre Narcisistas y sencillos (pusilánimes) "acomodaticios". Una parte –nada desdeñable- desempañan el papel de Narcisos y la otra –no menos importante- de simples y serviles Ecos.

El inhóspito mundo “moderno” en el que malvivimos (una gran mayoría) es un imago deforme de sí mismo. Todo es hipocresía y falsedad; espejos contrahechos. Por un lado: el cruel inmaduro y ególatra acomplejado. Por el otro: simples aduladores encerrados en cavernas, consumidos en su mezquindad y pobreza de espíritu; el cínico, hipócrita, imitador y consentidor de la eterna inmadurez de famosos y/o poderosos. ¡Eso somos!

En el fondo todos tenemos algo de Ecos y Narcisos. No existen Narcisistas puros ni aduladores perpetuos. No obstante, siempre habrá ejemplares contumaces e irredentos en los dos lados del existencial entramado.

Eco, repitiéndose; motivada por su propia naturaleza; maldita desde sus orígenes; en sí misma consumida; ninfa de la eternidad. Narciso reinando en el mundo de Eco. No Existiría el halagado si no existiese el halagador. Todos somos culpables de los incurables Narcisos. Narciso, ahogándose en su propia inmadurez; henchido en su detestada burbuja de cristal; ingenuo brabucón; pavo de plumaje caduco; lechuguino desclasado; desfasado de su entorno real... Eco, servidor de rey sin corona, no sigamos engañando y no tergiversemos la cruda Realidad. La Verdad es solo una. Los Narcisos son la mentira de sus pobres existencias: no se conocen; tienen pavor a (re)conocerse y a revelarse como son en su Integridad. El adulador, e hipócrita, no es digno en su proceder. En el fondo es un mezquino; es un engañador; es un falso y es un mercenario a la espera de su pretendida recompensa material. El premio del Narcisista, hacia el servil, se traducirá en forma de una aparente amistad, ascenso social (contactos) o profesional.  Pero,... al final... ¡todo vacuidad!


El Narcisismo colectivo en la era de la postmodernidad


Las naciones son Narcisistas, porque Narcisistas son sus pobladores. De igual manera lo expresó la Alquimia: "lo que está arriba, está abajo" y que "lo que está adentro, está afuera." Así que podemos reflexionar que lo que acaece en el proceso evolutivo de la PERSONA, igualmente acontece en el proceso evolutivo de las civilizaciones/sociedades. La sociedad/civilización occidental es Narcisista en su raíz y en su Esencia. La misma sociedad fomenta el Narcisismo, con campañas permanentes (de imagen) de las excelencias del sistema. Es endogámica, egoísta y excluyente. Las democracias liberales son la referencia a imitar i deificar; no hay nada mejor que "las bondades del sistema de libertades que nos hemos dotado". El resto de pueblos y/o sociedades son condenables y, por tanto, a eliminar. Por todo ello, la agresividad innata de los Estados es fruto del desconocimiento… como respuesta a un  miedo atávico de sus Narcisistas habitantes. Vecinas poblaciones masacradas (torturadas y humilladas) se transforman en pueblos agresivos, violentos, enemigos de sus asesinos. Invasores, conquistadores de tierras y destinos. La tierra, como defensa (y fortaleza) de lugares, haciendas y contiguos: conforme se invade y conquista más territorio, más seguros y más fuertes nos sentimos. El amor a la patria es el amor a la tierra de tus difuntos. Espíritus protectores; espíritus asesinos. En síntesis: sí como PERSONAS inmaduros somos, en sociedades inmaduras malvivimos.


¿Cómo dejar de ser Narciso?


Madurar, o como manifestar lo que realmente eres. Ser uno. El conocimiento de uno mismo llevará felizmente a la muerte de nuestro particular Narciso. No escuchemos los innumerables Ecos que nos rodean. ¡Son ruido y un nimio artificio!

Es necesario confiar en sí mismo. Seamos conscientes de nuestras limitaciones; dotémonos de actos sinceros, de Fuerza, de Sencillez y, por encima de todas las cosas, de Humildad. No somos mejores que los demás. Solamente somos diferentes. ¿Necesitamos de reconocimiento, un reconocimiento sincero, justo y legítimo? Si no nos lo merecemos no osemos en reclamarlo. La Humildad es lo contrario al egoísmo y, sobre todo, a la inmodestia. En esta pútrida sociedad nos sobra vanidad pero, lamentablemente, andamos muy escasos de Humildad.

El mayor reconocimiento es ser uno mismo. Reconocerse como se es. No esperes el reconocimiento de los que te rodean, de tus superiores, de tus subordinados, de tus amistades, de tus compañeros de trabajo, de tu pareja, de tus padres, de tus hijos, etc. ¡No esperes nada de la sociedad! ¡Eso sí, da gracias por vivir; por seguir manteniéndote vivo; por seguir luchando; por caerte y volverte a levantar; por estar dándote de golpes en la pared pero manteniendo tu dignidad!

Las futuribles PERSONAS, que han de germinar, se proyectarán en una resurgida sociedad. Una nueva sociedad más justa, más conocedora de sí misma, más humana, más entendida de las otras. Por lo tanto, al (re)conocerse, no deberán temer nada de las demás. Todo ello se traducirá en relaciones más francas, más fraternales, más armónicas y, por lo tanto, menos agresivas con el entorno, con los vecinos... ¡con el resto de la Humanidad!


¡Seamos Némesis; seamos Justicia; seamos Verdad!


Santiago Peña


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