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Veritas enim non tacebo
Antes de
nada, definamos que significa Utopía: Plan, proyecto, doctrina o sistema
optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación (DRAE).
En tanto en cuanto que, el concepto de Utopía, no debe admitirse, sólo, como
algo puramente imaginario, sino como susceptible de ser llevado a la práctica.
Distopía como antítesis de Utopía
Distopía es
el vocablo usualmente usado como antagónico al de Utopía y, aunque semejante a
una sociedad hipotética diferente a la nuestra, lo hace con una concepción
marcadamente nociva, o regresiva, para los intereses del género humano. La
significación de Utopía vincula un colectivo, gobierno o propósito
encomiástico, aunque quimérico; en una Distopía, por el contrario, la vieja
frase de la ciencia ficción “esto es lo que podría ser” establece la visión
fundamentadora de un mundo irremediablemente más negativo que el actual.
Los ejemplos
de Distopías son, invariablemente, impresiones de sociedades futuras y
contienen, normalmente, un fin pedagógico: el de revelar hacia donde se dirigen
los pasos de la humanidad si el escenario no se enmienda, o regenera, de una
forma contundente. En considerables situaciones, este fin didáctico, se obtiene
a través de la sátira o la ironía. Los relatos de inspiración distópica
iniciaron su andadura en las postrimerías del siglo XIX, y se han mantenido,
invariablemente, hasta el presente. Los mismos nos hablan del temor, del temor
al surgimiento de una comunidad tutelada por una élite dirigente que humilla a
la PERSONA, de una u otra forma, y, por lo tanto a través de su mensaje, se
rebelan contra los diversos sistemas políticos, económicos o sociales
imperantes del momento: socialismo, comunismo, capitalismo, fascismo,
feminismo, plutocracia, teocracia excluyente, antiecologismo,…etc.
Definición de Distopía
Originalmente,
una Distopía (antiutopía o, también llamada, cacotopía), es una comunidad
socio-política, con estructuras de estado, recreada –en teoría- artificialmente
y aborrecible per se. Esta sociedad (o civilización) distópica acostumbra a ser
introducida mediante una ficción literaria, artículo, poema, cómic, teatro o
película.
Génesis del término
El
significado de "Distopía" deriva del ámbito anglosajón. En cuanto a
la etimología, la expresión se cimentó a partir del griego "Distopía"
(dis-topía), es decir, del prefijo adverbial "dis" (mal) y del
sustantivo "topos" (lugar). Este vocablo (que, a día de hoy, no está
reconocido por la Real Academia Española)
germinó en la lúcida mente del filósofo y politólogo británico John
Stuart Mill (Londres, 20 de mayo de 1806 — Aviñón, Francia, 8 de mayo de 1873),
quien también empleaba el sinónimo (creado por Bentham) Cacotopía, del adjetivo
"kakós" (malo), al mismo tiempo. Ambas palabras se basaron en el término
Utopía, acuñado por el pensador, teólogo, político y humanista inglés Tomás
Moro (Londres, 7 de febrero de 1478 – Ídem, 6 de julio de 1535) como ou-topía
("no-lugar"), es decir, “lugar que no existe”, normalmente descrito
en términos de una sociedad perfecta o ideal. De ahí, entonces, se deriva
Distopía, como una “utopía negativa”, donde la realidad transcurre en términos
antitéticos a los de una sociedad perfecta. Comúnmente, las diferencias entre
«Utopía» y «Distopía», dependen de la visión subjetivista del autor de la obra
o, en algunos casos, de la percepción del propio lector (o espectador), que
califique el contenido referido como estimable o inestimable.
Ejemplo de sociedades utópicas
A lo largo
de la historia hay un número importante de novelas, y ensayos, que nos
describen ciudades-estado “idílicas”. No obstante, destacaremos las tres, de
época renacentista, que más huella han dejado en los “nuevos”, y casi
periclitados, sistemas políticos de los siglos XIX y XX, respectivamente.
En primer
lugar mencionaremos “Dē Optimo
Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia” (en castellano, Libro Del estado
ideal de una república en la nueva isla de Utopía), del ya referenciado Tomás
Moro, publicada en 1516 (o 1518). La obra se divide en dos piezas. La primera es
un diálogo que se desarrolla (en esencia), sobre vertientes de carácter
filosófico, económico y político en la Inglaterra coetánea al autor; la segunda
es la parte narrativa, en sí, que, uno de los personajes del diálogo, realiza
de la isla de Utopía. A fin de cuentas, trata de cómo una comunidad pacífica,
que establece la propiedad común de los bienes (socialismo primigenio), en
contraste con el sistema de propiedad privada y la relación conflictiva entre
las sociedades europeas contemporáneas, o de la necesidad de cómo relacionar la
filosofía y la política, de aquella época, para la máxima obtención del bien
común.
En segundo
término hablaremos de “La città del sole” (La ciudad del sol), del dominico
italiano Fray Tommaso Campanella (Stilo,
Calabria, 5 de septiembre 1568 - París, 21 de mayo de 1639), que fue escrita en
1602, pero no fue publicada hasta 1623. Al igual que la anterior, se desarrolla en forma de
diálogo entre un afamado almirante genovés y el Gran Maestre de los Hospitalarios. El hombre de mar narra al caballero cómo se vio
forzado a desembarcar en la Isla de
Taprobana, donde los nativos lo llevan a la Ciudad del Sol, que está cercada por siete grandes muros, destinados
cada uno a un planeta del sistema solar.
En la cúspide del monte se halla un edificio dedicado al culto del Sol. En síntesis, es la idealización
perfecta de una sociedad social-teocrática.
Y, por
último, nos referiremos a “The New Atlantis” (La Nueva Atlántida), escrita,
entre 1624 y 1626, por el filósofo (padre del empirismo), político, abogado y
escritor Sir Francis Bacon (22 de enero de 1561 - 9 de abril de 1626), primer
barón de Verulam, vizconde de Saint Albans y canciller de Inglaterra. Fue
publicada en 1627. En este inconcluso relato se nos narra, en primera persona,
el viaje a una ciudad-estado mítica, llamada Bensalem, en la que los ciudadanos
mejor preparados para la ciencia dirigen una especie de universidad del saber,
llamada “la Casa de Salomón”. El método de obtención del conocimiento es, como
es obvio, el de la inducción en forma de experimentos científicos. Es decir, el
pleno desarrollo del empirismo en nombre de la ciencia y la tecnología.
Si Tomás
Moro y Campanella, siguiendo al canciller inglés, propugnan la idea socialista,
Bacon cree advertir la solución del problema económico y social en el creciente
desarrollo de la ciencia, Ésta ha de dar respuesta a todas las cuestiones
humanas, incluyendo las relativas a cómo crear y cómo distribuir la riqueza. La
ciencia como maestra de la Vida.
Ejemplo de sociedades “ficticias” distópicas
La Distopía
es uno de los subgéneros más propagados de la ciencia ficción.
La más
conocida es casi sin duda “1984”, de George Orwell, que retrata espléndidamente
un indefinido futuro de la humanidad, fragmentada en tres megaestados de perfil
claramente neofascista.
Otras obras
muy sugestivas son: “Mercaderes del Espacio”, de Cyril M. Kornbluth y Frederik
Pohl, una burla frente al capitalismo y la omnipresente publicidad; “Todos
sobre Zanzíbar”, “El rebaño ciego” y “Órbita inestable”, tres distopías de John
Brunner que tratan respectivamente la superpoblación, la contaminación y el
armamentismo; “El cuento de la doncella”, de Margaret Atwood, un enfoque
feminista de una teocracia absolutista en los EE.UU. (tema ya clásico tratado
en su momento por Heinlein en “Si esto continúa...”).
Como es
lógico, las Distopías, también han sido reproducidas fuera del ámbito
literario.
En el campo
del cine un buen ejemplo es “Soylent Green” (1973), adaptación de la novela
“¡Hagan sitio, hagan sitio!” de Harry Harrison, que trata, de igual manera, de
la superpoblación.
Dentro del
campo del cómic el ejemplo paradigmático es la aclamada “V de vendetta”(2006),
con guión de Alan Moore e ilustraciones de David Lloyd, divulgada a lo largo de
los años ochenta, donde se esboza un germinal Reino Unido postnuclear en la que
un misterioso anarcoterrorista lucha por demoler al gobierno fascista de ese
momento.
La icónica,
y pionera, “Metrópolis” (1927), de Fritz Lang, se sitúa en lo más alto de la
cinematografía distópica. Mastodónticas megaurbes con “ciudadanos” viviendo
felices en sus rascacielos; en contraposición la clase obrera subsiste en el
subsuelo, hasta que una angelical María surge para orientarlos. Figuradamente,
hacia la libertad, pero,… en realidad… Una innegable pieza maestra, de
visionado imprescindible, y referencia absoluta.
Y, como
mención especial cabe destacar, la muy estimulante “Brazil” (1985), del
cineasta británico Terry Gilliam. La cinta es un claro homenaje, de corte
satírico, de la novela orwelliana “1984”.
Conclusión
Después de
muchos comentarios (y reflexiones) extraídos a través de conversaciones de la
calle (aparentemente triviales), de lecturas varias y, sobre todo (en este
último lustro), del ambiente que nos rodea, se pueden llegar a percibir claras
muestras de estar, ya, inmersos en este tipo de sociedades.
Las llamadas
democracias imperantes, en las que estamos indefectiblemente instalados, nos
han despojado de los atributos propios (sagrados e inviolables) de la PERSONA,
como son los siguientes: Libertad, Ética, Dignidad, Justicia, Individualidad,
Verdad, Integridad y Humanidad. Por lo que, esta panoplia de colectividades
enfermas y deformes, se caracterizan por rasgos, y calificaciones, tan
concluyentes, y execrables, tal como: burocráticas, prepotentes, injustas,
alienantes, “globalizadoras”, clasistas, discriminatorias, incompetentes,
corruptas, liberticidas e inhumanas.
¿Qué opináis al respecto?
Santiago
Peña
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