* * *
¿Qué entendemos por
Filosofía?
La
Filosofía
(como “amor a la sabiduría”), en su forma más canónica, se concibe
como el “conjunto de saberes que busca
establecer, de manera racional, los principios más generales que organizan y
orientan el conocimiento de la realidad, así como el sentido del obrar humano”
(RAE).
Y ¿qué entendemos por Tradicionalismo?
En
una de sus definiciones más académicas, nos viene a decir que es una “doctrina filosófica y política que toma a la
tradición –de cualquiera de la religiones de carácter universal- como criterio
y fuente de la verdad” (RAE).
Por lo que, el Tradicionalismo, es una corriente
socio-filosófica que tiende a valorar una sabiduría de la experiencia, mencionada
en la Tradición respecto a un vínculo de pautas y hábitos, legados de
antiguo; que los tradicionalistas valoran, en gran estima, como el resultado, en
épocas pasadas, de prácticas marcadamente positivas.
Filosofía y Tradicionalismo
Analizadas
–detenidamente- las mencionadas enunciaciones, vemos que se establece un tenue,
e indisimulado, hilo de complicidad entre Filosofía y Tradicionalismo.
Puesto
que, la Filosofía, busca -“obstinadamente”-
la verdad
(la sabiduría y, en definitiva, la totalidad del conocimiento) y, su
consecuencia más palpable, la realidad de todo lo existente.
Asimismo, el Tradicionalismo, se fundamenta en
que la realidad deviene de algo superior y, por el mero hecho de
serlo, es transcendente; es verdadero. La verdad –y la misma realidad,
que nos proyecta- es consustancial en sí misma y no es cuestionable. Es
por ello que, la verdad, es y está más allá de la misma existencia. En tanto en
cuanto la prueba incuestionable de la propia existencia es su misma verdad.
Y ese conocimiento verdadero (o Realidad adquirida) se perpetúa a
través de una férrea relación de continuidad (memoria) intergeneracional, pasando
de padres a hijos.
Por
lo tanto, el nexo, entre Filosofía y Tradicionalismo, queda perfectamente establecido.
La Tradición y el significado
vivencial de la PERSONA
La Tradición es la continuidad asegurada, y es la certificada
persistencia de obra y memoria, de cultura y eternidad; de poner en
permanente unión a la PERSONA con la
Divinidad.
De esta mística unión se asegura un vínculo sagrado de lo humano con lo divino;
del ser con la totalidad del universo; de la PERSONA con su Luz.
Filosofía Perenne o Tradicionalismo
Metafísico
La Filosofía Perenne (o Perennialismo), también denominado Tradicionalismo
Metafísico (o Integral), es la harmoniosa unión entre Filosofía
y Tradicionalismo: la teología común, o inicial, como el
sustento metafísico del verdadero espíritu de las cosas. La realidad
es la verdad de un mundo inmutable, de una Perennidad
inconmensurable; de un (único) espíritu, transcendente y universal.
Lo intangible es la realidad oculta; es aquello que ha de permanecer; lo que ha de
pervivir. Es, en virtud de ello, que; dentro del mundo sutil, el (aparente)
progreso nada ha de decir; nada ha de hacer. Dioses de un mundo superior “conviven” harmónicamente con una miríada
de espíritus liberados, perfectos y sinfín. La (atemporal) sabiduría es perenne,
como una única y exclusiva verdad; como una sublime, e
incontestable, realidad. Es, por todo ello que, la Tradición (el saber
imperecedero), es el impar, y venerado, presente al que debemos respetar
y honrar.
Tradicionalismo vs
Capitalismo
En
lo económico, el Tradicionalismo, es contrario al sistema de sobreexplotación de PERSONAS, y recursos, como es el capitalismo más radical de hoy en
día. Como ya se sobreentiende, el capitalismo, no deja de ser el
obsceno hijo de la “sacrosanta” modernidad:
lo moderno es lo positivo y la sinonímica
tendencia del “incontestable” progreso.
La trampa del falso
progreso para que, ciertamente, todo siga igual
La (“nueva”) materia
surge de la corrupción (mutación de una forma envilecida a otra renovada). El
glorificado, y cargante, progreso, dentro del mundo material,
es el estado circunstancial de una aparente realidad; en la que la vida
es testigo temporal, y mudo, de la invariabilidad del universo. Ese universo
en el que los seres vivos (en todas sus posibles evoluciones casi infinitas)
son situados en un vacío permanente. En una “nada institucionalizada”,
profana y yerma. Es el mundo de las apariencias reinando en todo su esplendor;
en una ilusoria luminosidad; en un falsario avance, quimérico y sutil.
Y… seguimos sumidos en una pertinaz lluvia de aguas negras, estériles,
abortadas e irreales. Peregrinos transitando en tierras baldías, caminantes sin
camino, historias sin futuro; civilizaciones casi extintas. Espíritus
liberticidas; fallecidos en vida. Almas lejanas, almas sumisas; almas confundidas.
No obstante…
“Las
sombras son señales de una posible realidad”
Santiago
Peña
* * *