viernes, 29 de marzo de 2024

LA ESPIRITUALIDAD, COMO MOTOR DEL UNIVERSO

 
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Mente, mundo y espíritu

Las PERSONAS vivimos, a caballo, entre dos universos: el interior y el exterior. La potencia de nuestro espíritu proviene de nuestro interior más íntimo, más recóndito, más puro. En cambio, el mundo exterior nos empapa de (ficticias) realidades, nos baña de humanidad (y de maldad), nos guía en caminos serpenteantes, difusos, quebradizos; nos motiva para una contumaz superación de obstáculos.
 
Prueba de todo ello, somos fuerza, somos arrogantes, somos brillantes, somos superficiales, somos profundos y somos espíritus. Somos almas pasajeras con un afán irrefrenable de persistencia. -¡La humildad es un buen acompañante en el Día de Difuntos!-

Insistimos en una permanencia que no es nuestra. Solo Alma y Espíritu nos pertenecen. ¡Lo demás, zarandajas y otras pataletas!

¡No digamos: hagamos; no suspiremos: obremos!

Luz de espíritu libertador, nuestro valor más estimado:

Motor de este mundo; motor de pasados vividos;
Motor de presentes inciertos; motor de futuros sin futuro.

 
La espiritualidad, como la obra suprema del Creador…
 
Nieve correteando por sienes encanecidas,
Aguas primigenias, alimentando luceros marchitos,
Tanto dolor y tanta luz; desplazándose de norte a sur.
 
Desde las primeras luces, hasta las costas del difuso mar,
Espíritus maltrechos, tierras en ebullición, 
Caos al acecho; toros embistiendo.

Nuestro bien más preciado,
Tanta luz y tanto dolor,
Descendiendo desde las altas cumbres hasta el mismísimo fuego abrasador.
 
Luz de espíritu redentor,
Motor de este mundo,
Motor de futuros en expansión.


La espiritualidad, como motor de la PERSONA…

La revelación, como lo íntima manifestación de algo…. La razón, como el corsé cartesiano que limita y mutila la conexión entre mente y espíritu. Desde el principio hasta el final, somos alma, somos intuición, somos abstracción y somos una sublime deflagración. ¿La meta? La liberación del alma y, por ende, de la PERSONA:

Rayos divinos, mescolanza de existencias,
Luz, oculta en ciénagas pantanosas,
Amón se hizo Ra por una gracia divina.
 
Costas embravecidas…
Céfiro saturado de brisa marina, 
Remansos de paz y de fina lluvia.
 
Estanques rebosantes de vida libérrima,
Desechos de contiendas olvidadas,
Todo desapareció, incluida la luz del día.
 
Barrancos empecinados…
Bosques calcinados, grises marchitos,
Espasmos de dolor, sin hálito de vida.
 
Lo que se fue volverá,
Regresará con más fuerza,
De noche y de día,
 
Desde las sombras más profundas,
Costuras inacabadas de un infausto tiempo,
Mañana… mañana será otro día.


Santiago Peña

 
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domingo, 3 de diciembre de 2023

EL CAOS, COMO UN TIPO DE ORDEN NO CONOCIDO

 
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El Caos, como un "Nuevo Orden”: sin reglas, sin moral, sin ética y sin perdón. Ráfagas fugaces de ignominia y confusión. Ramalazos de sangre extracorpórea, sin tino ni son. Rayos asesinos, por extensión.

El Caos, se proyecta permanente, institucionalizado, legítimo, disimulado y en expansión. Sus “hijas” (la mentira, la infamia, la estulticia, la hipocresía y la humillación) se recrean; bañándose en la sangre de inocentes desclasados; abandonados por una humanidad inhumana, vulgar, pestilente, hipócrita y servil.

Caos: un nuevo orden se pretende, contumaz, único y, activamente, hostil. Un Caos dominante, excluyente. Se podría llegar a decir: que es el “Caos de los otros” (Imre Kertész). Es el Caos de los que, realmente, nos dominan y aplastan. Aplastados, transitamos de noche y de día. A las 7 de la mañana y a las 12 del mediodía. 

Morimos de espíritu; sucumbimos ante el ardor guerrero. La paz, una vez más, se extravió. -¿Algún día habitó?-...

Sacrílegos, los unos; bastardos lo otros: todos unos tiranos de unas vidas que no son suyas; ególatras, los dos. Caos, reinante; dueño de la situación. Cobardes melifluos. Torpes truhanes. Mezquinos encorbatados. Tramposos enseñoreados. Bestias inefables. Devoradores de almas mortecinas. Espíritus extenuados, antes del mismo comienzo. Apagados en sordinas luminiscentes. Fuegos fatuos. ¡Expiación!

Sociedades en descomposición; sin ningún tipo de interés en mejorar al ser humano, que llevamos todos dentro. Pero, sí, en preocuparnos en la constante mejora del resto de animales hermanos. Perros, y gatos, ¡más que ahijados! Todo un sinsentido y una pura traición. Una extrema traición a nosotros, a nuestro linaje y a nuestros ancestros. Con todo, nos lleva a la trágica situación de no asegurar nuestra propia descendencia. Por lo que, se da la real paradoja de tener “hijos” cuadrúpedos peludos; renunciando a la sagrada obligación de la perpetuación de la especie. Eso sí: con hijos no “cargaremos” pero… ¡nos iremos al carajo, rodeados de perros y gatos!

NOTA: Me encantan los perros y los gatos. Ellos no tienen la culpa.

 

Santiago Peña

 

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domingo, 4 de junio de 2023

LA CREATIVIDAD, COMO UN ANHELO DE PERMANENCIA DE LA PERSONA

 

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 La creatividad, como un anhelo de permanencia de la PERSONA,

La creatividad, como un irrefrenable  deseo de seguir existiendo,

La creatividad, como la voluntad de continuar siendo PERSONA.

 

 

¿Cómo surge el proceso creativo?

Desde los primero albores de la humanidad, el proceso creativo ha ido de la mano del progreso de nuestra especie; siendo todo lo mismo.

Por lo que, fruto de la evolución, el ser humano no sería PERSONA, si no hubiese confluido en él la magia de la creación (artística y/o técnica).

Y, por tanto, las mismas leyes de la naturaleza nos “obligan” a seguir perpetuándonos: nos “inmortalizamos” a través de nuestros hijos (y obras). En tanto en cuanto, la vida es continuación, es permanencia; también es tiempo y es espacio. En otras palabras: la vida es un proceso intermedio, y transitorio, dentro de la vastedad de un universo ¿infinito?

La toma de conciencia de los primeros homo sapiens (ante la imponencia de un cielo inundado de luz, de noches repletas de estrellas y de océanos sin final), despertó sentimientos encontrados de insignificancia y de inmensidad; de soledad y de libertad; de temor y de religiosidad; de transcendencia y… de Creatividad. Es por ello que, los intermitentes (e ideales), momentos de plenitud inducen, en la PERSONA, unos fructíferos estados de Creatividad. Y, de igual modo, durante los grises periodos, de un inevitable vacío existencial, la Creatividad se ausenta. La PERSONA (artista y/o técnica) se siente vacía… y nada aporta.

  

Necesitamos crear para poder seguir existiendo

El arte, como una senda más allá de la creación. El arte, como un paso más en la inmortalidad. El arte, como un acto de transcendencia. La intuición, como un primer arranque en el proceso de creación. El instinto, como un modelo impuesto por la propia naturaleza. Por lo que se establece una nítida semejanza entre instinto (como una orden de creación o de perpetuación de la especie) e intuición (como el arte de la comprensión sin necesidad de regirse por el razonamiento).

La Creatividad, como sinónimo de origen: el ser original, como un acto de permanente creación. Por lo que, las obras de arte (reconocidas como tal), son únicas y, por lo tanto, originales. No se puede dar la repetición y, las mismas, serán juzgadas por lo que proyecten y por la huella que sean capaces de plasmar. La admiración (o no) que (supuestamente) conciban se llamará calidad (artística y/o técnica).

En un principio todos los seres humanos, en mayor o menor medida, somos creativos. A una gran mayoría se les calificará como  “creadores” instintivos: asimismo, llamados progenitores. Y, a unos pocos (además de –posiblemente- ser padres) se les considerará creadores intuitivos. También, citados como artistas, ingenieros, arquitectos o, simplemente, creadores.

No obstante, y un punto muy importante a destacar, la creatividad (al final de su desarrollo) no tiene porqué obtener (obligatoriamente) una finalización marcadamente positiva de esa misma creatividad, forjada en una creación.

Y, por último: el poder ejercer la independencia (técnica y/o artista), por encima de la opinión de los demás, dota, a esa misma PERSONA (artista y/o ingeniero), de un plus de originalidad; certificando su, presumible (o no, necesariamente), calidad. Todo ello, teniendo en cuenta, y como siempre, que, la calidad, es otorgada, por parte del observador (crítico de arte o público, en general), como una mera apreciación de carácter, estrictamente, subjetiva.

 

Santiago Peña

 

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